miércoles, 7 de noviembre de 2007

Temor a la crítica (día 20)

Muchas veces dejamos de ser espontáneos y ser nosotros mismos por temor al "qué dirán".

Una filosofía de mi mamá y que ahora aplico en mi vida, es que hago las cosas tal como me nacen sin restringirme (respetando los derechos de los demás): si me nace dar un abrazo lo doy, si tengo deseos de cantar en la calle, lo hago... y si alguien me dice con voz de advertencia que parezco loca o que me puede ver alguien conocido haciendo mis "ridiculeces", les digo con tranquilidad y una mano en la cintura:

"Quienes me conocen ya saben cómo soy,
así que ¿de qué me preocupo?.
Y lo que digan los demás,
¿para qué me preocupo? si no las conozco
y quizás no las vuelva a ver?"


«Mi libertad acaba donde inician los derechos de los demás»... creo que así dice el refrán. O como el que escuché hace unos días: «Tú no tienes la culpa de la cara que te tocó tener, pero sí eres responsable de la jeta que pones

Como dice la canción: No somos moneditas de oro para caerle bien a todos.


* . o . O . o . *


Ésta es la reproducción de una serie consecutiva llamada "Palabras a la Carta" de Jorge Bucay.

Si desean leer los capítulos previos, aquí pueden consultar las ligas, o bien, por la etiqueta "Bucay".







Palabras a la carta
Día 1: Decisión.
Día 2: Amor.
Día 3: Amor verdadero.
Día 4: Duelos.
Día 5: Egoísmo.
Día 6: Vivir el presente.
Día 7: Disfrutar de la vida.
Día 8: Mal Humor.
Día 9: No Depender - parte I.
Día 10: No Depender - parte II.
Día 11: ¿Quién eres?.
Día 12: Miedo, parte I.
Día 13: Miedo, parte II.
Día 14: Miedo, parte III.
Día 15: Entusiasmo.


Día 16: Rebeldía.
Día 17: Actitud.
Día 18: Buen trato.
Día 19: Libertad.
Día 20: Temor a la crítica.
Día 21:
Día 22:
Día 23:
Día 24:
Día 25:
Día 26:
Día 27:
Día 28:
Día 29:
Día 31:
Día 31:


Nadie podría estar en desacuerdo con defender las libertades individuales, y aunque Marta no desconocía el doble discurso liberador-esclavizante de las sociedades consumistas, la preocupaban las otras limitaciones de las libertades personales, aquellas que no eran legisladas por jueces ni perseguidas por la policía. Acciones que no se castigaban con multas o cárceles sino simplemente con el desprecio crítico de los demás o con el propio auto-reproche.

Nuestra madre anciana, ya no puede vivir sola, nosotros no podemos vivir con ella porque tenemos nuestra propia familia, ni podemos llevarla a nuestra casa por falta de espacio y, entonces, decidimos ingresarla en un geriátrico, en contra de su voluntad. Aunque el lugar sea óptimo, aunque la atención sea inmejorable y la vayamos a ver todos los días, igualmente muchas veces, nos sentimos culpables o acusados por la mirada de nuestros amigos o vecinos. No ha habido error, ni descuido, pero la culpa aparece.

Marta se dio cuenta de que se trataba de un miedo más que también le visitaba con demasiada frecuencia . Un miedo especial, se dijo, pero miedo al fin.

Escribió en palabrasalacarta.com :


TEMOR A LA CRÍTICA


…Como siempre, cualquier miedo es la expresión de un imaginario.
Para la mente da igual si la acusación del otro respecto de mi actitud es real o fantaseada.

Nuestro temor solo necesita que aparezca alguno de estos componentes, y todos ellos son internos:

  • Sobrevaloración del poder del otro de hacernos daño y/o menosprecio de nuestros argumentos o nuestra capacidad de defendernos.

  • Identificación con su desprecio; imaginamos que el otro siente lo que sentiríamos nosotros si estuviéramos en su situación. (Nos sentimos acusados por su dedo porque sin duda le acusaríamos si se cambiaran los papeles).

  • Frustración de nuestra enfermiza necesidad de valoración, de reconocimiento o de aprobación.


El famoso Conde Lucanor cuenta la historia de un anciano que regresa del mercado con su joven nieto llevando su mula cargada con la compra.

A poco de andar dos hombres pasan a su lado y uno comenta con el otro:

- Que idiotas esos dos, van caminando en lugar de turnarse para montar la mula.

El joven le hizo notar al abuelo el comentario y diciendo que les asistía razón, montó en las ancas del animal.

Otros dos hombres pasaron a su lado. Uno dijo:

- Habrase visto, el viejo caminando a sus años y el otro con toda su juventud sentado en la mula.

El joven le dijo al abuelo que los hombres tenían razón y le invitó a cambiar lugares.

Un carruaje se cruzó con el grupo y desde el pescante uno le gritó al anciano:

- No le da vergüenza, aprovecharse así de su nieto. Usted de lo más cómodo allí sentado y el pobre muchachito caminando como un esclavo.

El joven por tercera vez pensó que los hombres tenían razón y le sugirió al abuelo que los dos montaran la mula. Y lo hicieron.
No paso mucho tiempo antes de que escucharan a los granjeros al costado del camino diciendo:

- Salvajes! Pobre animal. No era suficiente con cargarlo con la compra…

Ahora fue el abuelo el que habló y le dijo al nieto:

- Ojala aprendas esto que hoy la vida te ha mostrado. Es imposible conformar a todos. Hagas lo que hagas siempre habrá quienes te critiquen.

(Tomado de: http://www.palabrasalacarta.com/)

1 comentario:

cielo azul dijo...

Saludos mariposita, esta historia ya la habia leido y es una gran verdad!! Gracias por recordarmelo.. :)

Saludos cariñosos...

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