Palabras a la carta | |
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Día 1: Decisión. Día 2: Amor. Día 3: Amor verdadero. Día 4: Duelos. Día 5: Egoísmo. Día 6: Vivir el presente. Día 7: Disfrutar de la vida. Día 8: Mal Humor. Día 9: No Depender - parte I. Día 10: No Depender - parte II. Día 11: ¿Quién eres?. Día 12: Miedo, parte I. Día 13: Miedo, parte II. Día 14: Miedo, parte III. Día 15: | Día 6: Vivir el presente. Día 16: Día 17: Día 18: Día 19: Día 20: Día 21: Día 22: Día 23: Día 24: Día 25: Día 26: Día 27: Día 28: Día 29: Día 31: Día 31: |
Había prestado mucha atención a esas últimas palabras. Los miedos más enfermizos, los que son expresión de nuestros peores aspectos insalubres, son enseñados.
Dicho de otra manera alguien o algunos, responsables de la educación de otros, se ocupaban de trasladarnos, plantar en nosotros, infectarnos con esa horrible sensación de parálisis y ese irracional deseo de salir corriendo frente a situaciones que deberían ser motivo de curiosidad, de exploración o de una normal aceptación de lo displacentero. Y lo peor adivinaba Marta (o lo recordó), era que ese aprendizaje siniestro se justificaba diciendo que se hacía "por nuestro bien".
MIEDO
Nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, no nacemos con miedo, aunque sí hemos con la posibilidad de asustarnos -la misma que tienen un perro, un gato o un canario. Y la mayoría de los miedos que sentimos en la vida cotidiana no son innatos, los hemos aprendido. Dicho de otra forma, tenemos miedo porque alguien o algo nos lo ha enseñado.
De los peligros del miedo aprendido nos ilustra esta vieja historia tradicional.
Había una vez una madre que tenía un único hijo. Ella era tan temerosa que vivía angustiada pensando que no podría seguir viviendo si a su hijito le pasara algo. Tan asustada estaba de sus fantasías que un día para que su hijo no saliera solo a la calle, le sentó en los sillones de la sala y le dijo:
- Mira hijo, en la calle vagan unos espíritus malignos que se llevan a los niños que están sin su mamá. Así que nunca, nunca salgas a la calle sin mí. ¿Entiendes?
- Sí mami -contestó el chico asustado.
El plan resultó y el chico nunca más salió a la calle sin su madre.Cuando el chico cumplió quince años, la madre empezó a pensar que algún día ella no estaría y que su hijo tendría que manejarse en el mundo exterior.
Se sentó otra vez en la sala y le dijo al muchacho:
- Sabes hijo, tú ya eres grande y pronto te irás de esta casa en busca de tu camino.
- No madre. Me iré si vienes conmigo. Te recuerdo que afuera están los espíritus malignos que me llevarían si no estuviera contigo.
La madre pensó que decirle la verdad equivaldría a admitir que su propia madre le había mentido, así que le dijo:
- De eso te quería hablar. Los espíritus jamás te llevarán mientras lleves en tu cuello esta medallita que ahora te regalo - y quitándose la medalla que colgaba en su cuello se la puso a su hijo - quiero que sepas que desde ahora, podrás salir sin mí porque mi medalla te protegerá. Tienes que confiar en lo que te digo porque tu madre nunca te mentiría: Mientras tengas esta medallita, ningún espíritu se acercará a hacerte daño. ¿Entiendes?
- Sí mamá...
El joven le creyó.
Pero de todas maneras, desde que su mamá murió, el muchacho nunca salió de su casa. Siempre tuvo miedo de perder la medallita....
Mi madre nunca me asustó con los monstruos malignos. Ella lo hacía con una sola palabra: "Cuídate".
El "Cuídate" de los padres opera como una manera sutil de avisar que el mundo es "peligroso", una forma de establecer que "debes tener miedo", un antídoto contra toda conducta espontánea y por lo tanto riesgosa.
Lo hacía con la mejor intención, como lo hice yo muchos años después con mis propios hijos. Hoy confiaría más en ellos y en lo que pude enseñarles. Hoy en lugar de decirles adiós con un "Cuídate", intentaría despedirlos con un maravilloso "Diviértete".
Pd. Demasiado trabajo; necesito un masaje, que ya no aguanto mis pobrecitos hombros ni mi cuello.
Pd. 2 ¡Diviértanse! :)
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