jueves, 4 de septiembre de 2008

Cuentas

Akaliana, en una noche de desvelo haciendo cuentas económicas que no salían, de anotar números y revisar gastos, sufría por un déficit importante en su mermado monedero.

Inquieta, sumaba y restaba monedas una y otra vez, al tiempo que la desesperación oscurecía sus ojos minuto a minuto acercándole al despunte del alba. Estando a punto de claudicar, encontró el error en las matemáticas que había arrebatado dulces horas de sueño placentero y, gozosa, escribió con satisfacción soñolienta al final de las cuentas:

"Ahora puedo dormir tranquila porque sé que no me falta dinero sino cerebro."

(A final de quincena yo también padezco del mismo mal).

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