jueves, 29 de mayo de 2008

Más de mis demonios

«Ya no queda un solo demonio en el infierno. Se fueron todos a mi cabeza.»
Antigua vida mía / Marcela Serrano


Además del demonio de la soledad, hay otros demonios que viven conmigo. Uno de ellos creció a mi lado y estoy tan acostumbrada a su compañía, que suelo olvidar su existencia como algo extraordinario. Los demás lo notan y se extrañan de que no me incomode, pero es un demonio tan discreto que simplemente pasa desapercibido hasta que hace uso de su poder.

Es el demonio del silencio.

No solo es el silencio bendito que calma el alma agitada en busca de reposo, es el silencio más pertinaz que puede uno tener. El silencio que guarda los enojos. El silencio que hace las injusticias más grandes. El silencio de lo cotidiano: no llamar por teléfono, no responder mensajes, no hablar de confidencias con otra persona...

Pero el poder de este demonio silencioso no sería tan fuerte sin el apoyo de otro demonio: la apatía (hay quienes le llaman desinterés). Ese canijo demonio hace que las percepciones se distorciones y empequeñece las situaciones, minimiza las razones, justifica magistralmente al demonio del silencio.

Ambos llevan a la sensación de comodidad que sorprende e irrita a los que observan los resultados. Ellos reclaman a voces, pero uno no percibe el problema. Es como los ruidos de nuestras casas: uno está acostumbrado a ellos y ya no molestan, pero si alguien más llega lo perciben de inmediato.


Con este par de demonios es con los que tengo más problemas. Inicio la lucha, pero me envuelven tan bien los canijos, que terminan ganándome la partida hasta la siguiente contienda.

Tengo más demonios tantos o más que los pecados capitales, que de vez en cuando cambian de turno unos con otros, como son el demonio de la pereza, la gula, la soberbia, el enojo, la impaciencia... El demonio que extraño en estos momentos es el de la lujuria: el muy desgraciado se fué a tomar vacaciones sin fecha de regreso y nomás me ha dejado en la quinta pregunta extrañándole, recordando los viejos tiempos en que hacíamos mancuerna y la pasábamos tan bien...

Total, soy un pequeño infiernito en el que habitan cómodamente todos mis demonios.

Dia 118. Burn

1 comentario:

Gota de Rocio dijo...

Clau, queridísima Clau, yo como que medio entiendo de demonios, son tremendos, porque la mayor parte del tiempo andan despacito, como las gotas horadando la piedra, y joden, cómo joden!! He aprendido a respetar tus demonios, aunque a veces me caigan regordos, porque no me dejan estar tan cerca de ti como quisiera, porque no me han dejado compartir con la maravillosa mujer que eres tanto como me gustaría. Sin embargo sé que sabes que siempre estoy, y yo también te sé.
Un abrazo endemoniado ;-)

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