martes, 15 de enero de 2008

Desempolvando

La semana pasada me puse a romper y tirar papeles viejos que aún guardaba en la oficina, y mientras elegía qué tirar y qué papeles podrían servir para reciclaje, encontré unas anotaciones mías de hace tiempo durante alguna reunión extraña en la cual, para no dormirme-aburrirme, me puse a escribir algunas reflexiones.

He aquí la transcripción tal cual de lo que escribí en aquel papel, ahora amarillento por el tiempo.


Es notorio cuando hay animadversión hacia una persona, pues el rostro muestra el rechazo hacia los comentarios...
Se llegó con espada desenvainada, y no dudo la crítica que habrá... ¿cómo reaccionar después?.
Es difícil no observar los gestos, por momentos despectivos...
El rostro puede decir tanto!. Una mirada, una ceja levantada, los ojos entornados, las mejillas retraídas, una sonrisa torcida... y todo se dice en forma rápida y en forma inconciente.


Para qué estar en todo esto?... Estas reuniones son fuente de inspiración para reflexiones de papel (como ésta), y por lo que alcanzo a ver de reojo, también para la expresión artística plasmada en dibujos.


Ya saben. En la próxima reunión social o de trabajo que tengan, sus gestos pueden ser observados atentamente...

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La foto es de Wikifoto de Tere

4 comentarios:

La Blu dijo...

me gusta lo observadora que eres, además usas palabras retebonitas :D

Besos.

O dijo...

jana

Conocí a Jana en mi casa. Por entonces yo compartía departamento con Jazmine y en una de las fiestas organizadas por las chicas Jana apareció. Llegué de noche y hallé el departamento lleno de gente. Entré a la cocina y allí estaba Jana acompañada de un grupo de chicos alemanes. Fue un flashazo. Jana estaba radiante, su pelo esponjoso era inmenso y lo que vi cuando la vi fue que toda ella emitía un destello hermoso. Nos miramos a la vez y sentí que el tiempo se detuvo por unos segundos. Ese día tenía una seguridad sarcástica. La misma que muchos años después (qué casualidad) tengo hoy. Enseguida noté que ella se había fijado también en mí y le hablé sin timidez. Había una cazuela al fuego. Creo que los chicos alemanes cocinaban unas salchichas. En un pequeño cuarto de estar habían puesto en la pared un gran papel que la gente estaba rayando, firmando y dibujando. Le pedí a Jana que anotara allí su teléfono. Me lo dio en un papel aparte y yo lo guardé con un gesto desinteresado como quien envuelve su chicle masticado en un trozo de papel y se lo guarda en el bolsillo del pantalón. Días después estaría llamándola para intentar verla sin éxito. No entendía por qué decía que no. Yo la llamaba después de ver una publicidad de un perfume con una cara muy parecida a la suya. Me dijo que pasaría la navidad en Alemania pero el día 25 tocaba el timbre de mi departamento y decía al telefonillo "vengo a dejar una tarjeta para X, ¿puedes abrirme?". La voz de Jana es hermosamente aniñada y la reconocí. Ella también a mí. Le abrí el portal del edificio sin interesarme en verla ni saludarla. Sabía que podía hacerlo y que quizá ella esperaba que lo hiciera. Estaba solo, era navidad, y ella se presentaba -sola- para felicitar la navidad a una amiga suya que había salido de la ciudad... Días después, cuando X había vuelto a la ciudad y a ser mi vecina, se presentaron las dos en mi casa para saludar a Gaja, que vivía en la habitación contigua a la mía. Jana aprovechó para entrar a mi cuarto y cerró la puerta tras de sí. Yo leía echado en la cama y llevaba puesto un ridículo suéter naranja que me hace ancho de hombros. No me levanté de la cama. Ella se agachó y la escuché hablar como la madre que adopta una actitud tierna para ponerse al nivel de su niño. Quizá yo estaba sentido y me dolía la cabeza. Estaba triste y aunque la presencia y la voz de Jana en mi siempre solitaria habitación era un regalo, lo vivía con absoluta y trivial normalidad. No me alegré y no recuerdo qué hablamos. Lo más probable es que la excusa de fotografiarla me haya hecho reencontrarla. Le tomé fotos en la playa y un día antes de que volviera a Alemania la visité en su casa a modo de despedida. Pasé mucho tiempo hablando con una de sus compañeras de piso mientras Jana arreglaba la maleta y pedí a su otra compañera que me enseñara el conejo que tenía en su cuarto. Era un conejo negro que reptaba bajo una silla en una habitación muy desordenada. Jana estaba estresada pero parecía que se sobreponía hablando con mucha claridad y forzando su pensamiento hacia la perfección. Sus pezones firmes se marcaban en su suéter.

No sé con qué excusa seguí llamándola cuando volvió a vivir a Alemania, pero por mucho tiempo mis llamadas produjeron desencuentros. Yo no era un acosador, ni siquiera un amigo, pero Jana a veces respondía bien y otras veces era distante y fría. Reanudé el contacto -con mucho mejor feeling- después de presentarle el material del libro sobre el que estoy trabajando, y me autoinvité a su casa en Berlín, a su habitación, para recopilar info para mi proyecto. Ha dicho que sí y me espera para febrero. Su actitud es buena. La última vez que la llamé me recordó que en una de mis llamadas yo le dije que me sentía pesimista, y aquella declaración mía me pareció estúpida y fuera de lugar. Aunque fuera cierta, sería uno más de mis secretos. Me prometí presentarme a Jana, de allí en adelante, como una persona trivial, optimista y práctica. Su pelo es esponjoso y abundante.

Mariana dijo...

je je, yo cuando me aburro tiendo a bostezar mucho! hacer muecas que linda foto!

Mariposa de humo dijo...

Gracias Bluesita... hasta eso, de repente soy medio "ocservadora" ;)

Sobrina Marianita! Yo también soy de las que bosteza, y para no hacerlo me pongo a escribir... ;)


O Interesante la dinámica que tomaste de poner tu post en los comentarios, y en tu blog el post del blog visitado y donde dejaste tu escrito.

Ya estaré leyéndote!

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