De niña me gustaba treparme a los árboles
De niña tuve la suerte de poder trepar a los árboles, jugar en la calle sin que hubiese peligro de accidentes o raptos, estar hasta muy noche jugando con los vecinos a las escondidillas, al bote pateado, a los quemados, a "las traes"... tener las rodillas raspadas me enseñó que tenía la opción de quedarme en el suelo y llorar o levantarme nuevamente para continuar jugando, y eso se aplica también en la vida...
Hoy veo a mis sobrinos y casi ninguno ha podido correr y jugar en la calle sin supervisión de adulto por temor a que los roben o los atropellen... incluso para ir a un parque no pueden ir solos.
Tuve una infancia con mucha suerte de poder jugar sin peligros ni temores.
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