Dejé las cosas y le dí de cenar a los gatos; ya desocupada pulsé el botón para escuchar el mensaje y una voz femenina sonó mientras decía:
Hola ****!. Soy ****.
Solo quise recibirte en tu casa. Ahora sé lo que se siente estar sola, y pues es algo muy grato pero también es grato que alguien le diga a uno "¿cómo te fué en el trabajo?".
Te quiero, te dejo un abrazo... y un "¡salud!", por si acaso estornudas.
Nos vemos mañana, hasta luego.
Cierto. La soledad puede ser grata la mayor parte del tiempo, pero cuando uno desayuna, come y cena sola diario... cuando se mira la tele o se escucha la música... dormir en una cama que se siente inmensa o caminar por la casa en esa soledad... a veces cansa.
Y este diciembre pasado, tras haber estado compartiendo durante su visita las risas, pláticas, comidas, preocupaciones, juegos y después despedirles... cuando nuevamente entré a la casa silenciosa y vacía de sus presencias, por un momento me pesó tanto esa soledad...
Estoy acostumbrada a la soledad y me he hermanado con ella, no es tan duro... pero como bien me dijeron en ese recado, también es grato llegar a casa y que alguien te pregunte "¿cómo te fué en el trabajo?".
Tendré que enseñarle a mis gatos a hablar...
Temas: Personal Reflexiones
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