miércoles, 25 de enero de 2006

En mi contestadora

Hoy en la noche llegué cansada de la oficina y con sorpresa noté que tenía un mensaje en la contestadora (en esta casa, el teléfono es un adorno silencioso y cuya renta pago mes a mes).

Dejé las cosas y le dí de cenar a los gatos; ya desocupada pulsé el botón para escuchar el mensaje y una voz femenina sonó mientras decía:



Hola ****!. Soy ****.

Solo quise recibirte en tu casa. Ahora sé lo que se siente estar sola, y pues es algo muy grato pero también es grato que alguien le diga a uno "¿cómo te fué en el trabajo?".

Te quiero, te dejo un abrazo... y un "¡salud!", por si acaso estornudas.

Nos vemos mañana, hasta luego.



Cierto. La soledad puede ser grata la mayor parte del tiempo, pero cuando uno desayuna, come y cena sola diario... cuando se mira la tele o se escucha la música... dormir en una cama que se siente inmensa o caminar por la casa en esa soledad... a veces cansa.

Y este diciembre pasado, tras haber estado compartiendo durante su visita las risas, pláticas, comidas, preocupaciones, juegos y después despedirles... cuando nuevamente entré a la casa silenciosa y vacía de sus presencias, por un momento me pesó tanto esa soledad...

Estoy acostumbrada a la soledad y me he hermanado con ella, no es tan duro... pero como bien me dijeron en ese recado, también es grato llegar a casa y que alguien te pregunte "¿cómo te fué en el trabajo?".


Tendré que enseñarle a mis gatos a hablar...



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