miércoles, 6 de abril de 2005

Insomnio

Hace demasiado calor. Despierta en la madrugada, no logro descansar.

Giro en la cama y las sábanas se amontonan en desorden. Mis diablos y dragones vuelven a arremeter contra mis pensamientos, haciéndome preguntar si acaso tu ya no quieres estar junto a mi (tan ausente te he sentido, tan lejano te he mirado).

Intento leer pero no me puedo concentrar en las palabras que brincan sin sentido ante mi. Me levanto ansiosa tratando de exorcisar mis inquietudes. Pienso, analizo, imagino y simplifico posibles situaciones en mi mente, pero sigo con el hueco en mi pecho. Busco otra solución para relajarme y tratar de dormir. Es mejor tomar un té de manzana con canela.

Mientras lo preparo, miro por la ventana de la cocina y sobre la barda se mira una ventana iluminada. Mi vecina adolescente tampoco duerme. Quizá nadie duerme hoy.

Es extraña la vida de madrugada, cuando el sueño se me escapa y solo queda sentarme a esperar su regreso. Los pensamientos se amontonan y me miro bajo otra luz (luz mortecina de una luna que también huye y se esconde). Soy un fantasma que recorre mi habitación, que se da completa en lo que cree, lo que siente, por sus afectos. Si por amar un instante he de convertirme en fantasma, es poco el pago por tan bello sentimiento, por quererle, por amarle.

Cuando el sol comience a iluminar el cielo, dejaré de ser este fantasma que escribe locuras en este espacio y volveré a ser de carne y hueso... pero mi alma estará transformada. Y eso, ya es una maravilla.

((Lo que resulta del insomnio de madrugada: estos escritos acompañados de estas canciones)).

Cuando se duerman y sientan en sueños
que tocan a la puerta
como pidiendo entrar,
no se molesten, que acaso es mi sombra
que vaga algunas noches
buscando qué cosa amar.
Son a veces las seis,
y cuando sale el sol
yo me lo encuentro
y lo saludo
por aquí, por allá,
por mañana, por hoy,
por todo espacio, por todo tiempo.
Quien me halle entonces
me quitará frío
y no vale la pena
malgastar el calor:
soy distraído y malagradecido
y mi frío se pega
y yo no sé,
mas da dolor.
Son a veces las seis,
y cuando sale el sol
yo me lo encuentro
y lo saludo
por aquí, por allá,
por mañana, por hoy,
por todo espacio, por todo tiempo.
Cuando yo pase y les toque a la puerta,
se entierran en la arena
como el avestruz.
Dejen que pase mi mala silueta
con su cañón despierto
y su velocidad de luz.
Son a veces las seis,
y cuando sale el sol
yo me lo encuentro
y lo saludo
por aquí, por allá,
por mañana, por hoy,
por todo espacio, por todo tiempo.


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