Había una vez un billete que estaba roto.
El dueño del billete no se había dado cuenta de su desperfecto hasta que quiso pagar con él; los dependientes de las tiendas miraban el billete frunciendo la nariz y se negaban a aceptar el pago con el defectuoso billete.
En realidad solo tenía una pequeña rasgadura que podría arreglarse con un poco de cinta adhesiva transparente, pero nadie quería mirar con detenimiento al pobre billete.
El dueño estaba fuera de su ciudad natal cuando el billete llegó a sus manos, y consideró que no podría hacerle ninguna compostura hasta su retorno al hogar.
Al día siguiente, una vez concluídas las ocupaciones y de vuelta a casa, el dueño del billete bajó en la terminal de autobuses de su ciudad y se acercó al expendio de una famosa pastelería capitalina fundadada desde 1884. Allí compró algo de pan para la cena considerando en pagar con sus últimas monedas, cuando observó que al empaquetar el pan utilizaban cinta adhesiva transparente para fijar las bolsas y evitar que éstas se abriesen.
El dueño del billete le pidió a la dependiente de la pastelería si podría obsequiarle un poco de la cinta para reparar su billete roto, a lo que ella aceptó y además reparó personalmente el billete maltratado.
Estaban en estas maniobras de delicado arreglo, cuando la cajera preguntó amablemente al dueño del billete si no prefería que ella se lo cambiase por otro a lo que él aceptó agradecido. El nuevo billete por cambiar estaba un poco más viejo y maltratado que el billete roto, pero momentos antes de entregárselo -como si lo recapacitara-, la cajera le preguntó una vez más si no prefería mejor monedas en lugar de billete.
El dueño del billete no podía creer su suerte: no solo se había arreglado el billete, sino que además había conseguido cambio para regresar a su casa. Aceptó contento el intercambio, compró con su pan y además había conseguido monedas para el transporte.
Moraleja. Aunque parezca lo contrario, aún hay personas amables y solícitas que pueden ofrecer ayuda a un desconocido.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Pd.1. Ésta es una historia cotidiana y quizá sin mayor relevancia, pero cuando me la relataron (como si fuera un cuento) me gustó y pedí permiso a mi narrador para postearla en mi blog. Hay momentos que si se miran con detenimiento, son pequeños cuentos de la vida.
Pd. 2. La moraleja se la acabo de inventar yo.
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