lunes, 28 de febrero de 2005

Diálogo mental

Hoy entré al cuarto donde está el piano a buscar unas cosas. Traía en la mano un vaso y lo puse sobre el piano, pero cuando lo miré con el rabillo del ojo, una voz en mi mente me dijo "quítalo de ahí, que vas a maltratar el piano".

Tras obedecer a aquella voz sin pensarlo, retiré el vaso y me le quedé mirando sin entender mucho lo que me acababa de ocurrir. Volví a mirar al piano y lo entendí: era tu voz repitiéndome la misma enseñanza por años.

Sonreí al imaginarte frente a mi, con tu mirada seria y tu voz de amonestación por el descuido incurrido que pudo maltratar tu preciado tesoro. Y con esta simple evocación, no he podido dejar de pensar en ti.

Tu piano. Cuánto lo amabas; era tu pasión, tu goce, amante celoso que no perdonaba un día de abandono, tu solaz esparcimiento, era la voz de tu alma... Aún recuerdo aquellas noches calurosas en que todas las puertas y ventanas estaban abiertas, tratando de atrapar un poco de brisa refrescante que hiciera agradable la velada. Yo regresaba con el cansancio de la calle y el aturdimiento de la ciudad, y en la semipenumbra me sentaba en un sillón en silencio para no interrumpirte. Una lámpara alumbraba las partituras que estaban frente a ti y la luz recortaba tu figura erguida sentada frente al piano.

Las notas que acariciabas en sus teclas llenaban el aire y nos envolvían llevándonos a un mundo donde no era necesario hablar, donde cada compás descargaba el peso de los hombros y del alma llenandonos de calma. En esas noches aprendí la delicia del silencio compartido, de lo hermosa que es una noche enmarcada solo con música, y de lo sorprendente que puede ser guardar silencio y sencillamente escuchar.

Lo siento. Sé que te hubiera gustado que yo también tocara el piano, pero nunca tuve la paciencia para aprenderlo. Quizá después, otro día, lo intente. Puede ser...


No. No puedo prometerte nada. En realidad no sé qué es lo que puede traer el mañana, pero hoy te recordé Y sonreí feliz.

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