miércoles, 22 de noviembre de 2006

Frío mortal

Ha bajado la temperatura en forma impresionante; no lo esperábamos y el invierno nos ha tomado de sorpresa. Tiritamos de frío, comenzamos a buscar con urgencia los abrigos, los guantes, las bufandas... aquellas ropas que nos calienten un poco más.

Me preparé para el frío en el hospital, las corrientes de aire heladas entremezcladas con ánimos lúgubres y ayes dolientes...

No hubo problema ni con el frío ni con la falta de sueño. Cedí mi chamarra para calentar su cuerpo entumido; esa era mi responsabilidad: cuidarle, vigilarle, velar su sueño...

Con el amanecer, llegó él; quería verla, saber que estaba bien, estar justo antes de que se la llevaran. Así lo dijo El Jefe, El Encargado, El Responsable, El Cirujano: es una operación delicada, y hay muchos, muchos riesgos...

La despedimos deseandole la mejor de las suertes, pero ella no estaba muy conciente de lo que pasaba. Estuve con él dándole ánimos, diciéndole que todo saldría bien. Movió la cabeza asintiendo.

Llegó mi hora de ir a la oficina y nos despedimos; un abrazo y más ánimos de que todo saldrá bien... Salí a la calle, con el frío inclemente cortando mi rostro. Camino lentamente sintiendo los piés congelados. Nada me calienta.

Me dicen que ese frío que se me ha colado hasta los huesos es por la falta de sueño... es probable, pero mi mente juega con otra razón: es mi miedo de no saber nada, es mi tristeza absurda que tiembla ante la posibilidad de que no todo salga bien. Miro el reloj y no sé qué ha pasado ¿estará bien? ¿está ya en recuperación?...

Tengo miedo, mucho miedo, y es ese temor el que congela la sangre en mi cuerpo.

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