Papá era un hombre muy serio y muy "seco" para demostrar su afecto, pero cuando regresaba los fines de semana de aquellos viajes fuera de la ciudad, todo era algarabía pues de sus viajes solía traer fruta o algún dulce para nosotros, e invariablemente siempre llegaba con algún animal para la casa.
Su pasión eran los pájaros cantores y en ocasiones llevaba algún pajarillo que estaba emplumando para terminarlo de criar. En casa había jaulas con Primaveras, Zinzontles, Jilgueros, Gorriones.... De aquellos pájaros que criaba, se alcanzaban a escuchar su canto a dos cuadras de distancia. ¡Eran su orgullo!
Pero lo que más recuerdo de aquella época es que llegaba con grillos y ranas. En un frasco de vidrio con la tapa metálica agujereada para que entrara el aire, con bastante pasto dentro para que tuvieran comida o se sintieran "a salvo", llegaba con sus tesoros y después los soltaba en el jardín para que ahí se instalaran.
En las noches, cuando todos nos retirábamos a dormir y enmedio de la oscuridad, el sonido del crick-crick de los grillos así como el croar de las ranas, llenaban de sonidos el suave abandono en los que nos íbamos deslizando poco a poco... como si pasáramos del sueño a un cuento mágico por vivir.
Ahora, cada vez que voy de regreso a mi casa, hay una parte donde suelo caminar mirando al piso para tener cuidado de no aplastar a esos pequeños amigos de mi infancia que se encuentran ahí y que siguen llevándome a un sueño mágico con su crick-crick nocturno.
Flor libada por Mariposa de humo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario