Por todos lados hay adornos colgados en las paredes, ventanas y puertas; hay casas con tantas luces brillantes que tienen más la pinta de ser unos antros (al menos así parece la casa de uno de mis vecinos). Camino por la calle y por doquier hay puestos vendiendo esferas, luces, muñecos, adornos de palma, nochebuenas, frutas, ponche... ¡Vaya! El ambiente navideño llega a lugares insospechados: hace unos días subí a un pesero que traía su arbolito de navidad todo adornado.
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No. No tengo interés en adornar mi casa, ni colgar esferas, ni poner luces... nada. No alcanzo a definir bien mi ánimo... no siento la navidad.
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Como siempre, cada año es distinto el sentir en estas fechas. Hace un año me sentía más que entusiasmada comprando adornos, comiendo fruta a más no poder, arreglando la casa, disfrutando de las luces en la noche, del olor a pino...
¡Eso es!. Me falta el olor a pino para sentir que es navidad.
Ese aroma resinoso tan especial me remonta a antiguos recuerdos, me remonta a mi niñez y me resulta delicioso recordar el asombro y la emoción que sentía en ese entonces, recordar a los tíos que ya no están con nosotros, o la primera navidad sin mi mamá cuando compré un arbol natural buscando esas sensaciones de mi niñez... Pero también el olor a pino me hace recordar el cálido abrazo de el delfín hace un año atrás y éste recuerdo, por breves momentos, me mueve a la nostalgia por lo que fué y ya no es. (Recuerda Mariposa: la vida continúa. Además, hay un bello amor compartiendo caminos...)
Mmmno... A veces, para enfrentar algunos recuerdos de quienes ya no están a nuestro lado, se necesita de mucho ánimo y fuerzas, y en estas fechas no tengo tantas como quisiera. Este año lo voy a pensar un poco más en adornar la casa «... porque acecha tu fantama (¡muchos fantasmas!) jugando a las escondidas y yo estoy muy viejo ya...»
¿Y si este año mejor este año me visto de Grinch? ¿sería muy malo?.
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