Me he leído desde ésta mi vida actual, todas las emociones vividas en cada situación, en cada experiencia y en cada amor... Fueron amores de entrega completa vividos como únicos y eternos porque así lo fueron en ese momento, hasta que llegó el adiós junto con las lágrimas y el reconstruírse nuevamente.
Hoy las palabras de Vinicius de Moraes me resultan más ciertas que tiempo atrás (yo las puse en esta imagen):
«Puedo decir del amor que tuve que
no inmortal puesto que es llama
pero que es infinito en tanto dure...»
Así es: han sido mis importantes amores infinitos, y por ellos soy ahora quien soy, ¡y eso es tan especial...!
Ups! Sorry... Me desvío del tema.
Pues ocurre que al hacer todas estas re-lecturas mías, me encontré con este cuento que escribí en 1986 y se me ocurrió transcribirlo íntegra aquí. A ver qué les parece.
La mano sobre el papel, la mente en blanco... De pronto, el lápiz comienza una sutil línea... Arriba, abajo... Una delicada danza da comienzo con giros gracioasos. Se detiene, continúa y el tiempo pasa.La luz trémula del atardecer es testigo mudo del baile... Ora rápido, ora lento: Rápido y veloz cual gacela libre... Lento y pausado cual hoja muerta en el viento... La música se funde con el pensamiento: cielo y tierra, estrella y mar, susurro y silencio, soledad...
La tarde se va muriendo, los colores rojizos se apagan, pero la danza continúa: aún no acaba.
Los giros de pronto se tornan grotescos, mas sin embargo, se aquietan nuevamente, y en un punto previsto, vuelve a comenzar el ritual.
Graciosa bailarina que hace recordar los días de infancia, la juventud lozana y tempestiva que pierde firmeza dando paso a una madurez briosa y calmada, que después será vejez tranquila y sabia.
Recuerdos de mi padre y de mi abuela que ahora ya no están. La seguridad de mis hermanos y mi madre que algún día se irán...
Mas sin embargo, la bailarina continúa, apagándose el día junto con el baile, y con los últimos destellos del sol, puede verse a la danzarina concluír su acto con una muerte trágica.
El silencio reina el escenario: ésta triste hoja de papel. Las estrellas aparecen, pero una, la más hermosa y brillante, alumbra este lugar muerto, y con mágicos resplandores muestran la obra de la bailarina.
Letra clara y grande, donde se puede leer la obra cumbre, lo que el lápiz dió la vida con la esperanza de ser divulgado con amor por los vientos:
TÚ
20-Febrero-1986.
*
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