viernes, 3 de junio de 2005

En mi búsqueda

Hace unos años, cuando la vida te pone duras pruebas y situaciones, pasé por una crisis y le pedí ayuda a mi cuñada para poderla superar. Con su apoyo comencé mi camino en la búsqueda de mi propia identidad. Es un largo proceso en el que sigo buscando, descubriendo y conociéndome y que no tendrá fin.

En diversas ocasiones, Erik -nuestro maestro de Tai chi- nos relató la historia de el príncipe Siddharta, que dejó atrás riqueza, poder, principado, familia y comodidad para hacer una búsqueda personal que le condujo a ser el último Buda; después de contarnos la historia nos preguntó "Mas allá del nombre, la posición social, la historia familiar, la carrera que estudiaron... ustedes ¿quienes son?".

Esa pregunta me la hago todos los días y sigo en esta búsqueda personal; he de aceptar que en muchas ocasiones me cuesta trabajo salir o renunciar a la comodidad de una situación para continuar averiguando quién soy, pero sigo en ello.

Estoy leyendo "Shimriti" de Jorge Bukay y justo me econtré un relato sobre Buda y la búsqueda personal, que me hizo recordar mi primer viaje sola para comenzar a encontrarme. He aquí la historia.


Radindranath ha escrito un hermoso relato sobre Buda:

Durante doce años, Buda vagó por los bosques haciendo diferentes prácticas, meditando. Y al final llegó el día del regocijo supremo y, sentado debajo de un árbol, se iluminó.

Lo primero que recordó fue que tenía que volver al palacio para comunicar la buena noticia a la mujer que lo había amado, al hijo que había dejado atrás y al anciano padre que cada día esperaba su regreso. Éstas son cosas tan humanas que se llevan en el corazón, aún en el de un Buda.

Después de doce años Buda regresó. Su padre estaba enojado, como lo estaría cualquier padre. No pudo ver quién ere Buda ni aquello en lo que se había convertido. No pudo ver su espíritu, que era tan patente y claro. El mundo entero se daba cuenta, pero su padre no podía verlo. Su padre lo recordaba con su identidad de príncipe, pero esa identidad ya no estaba ahí. Buda había renunciado a ella.

De hecho, Buda dejó el palacio precisamente para conocerse a sí mismo tal y como era. No quería distraerse con lo que los otros esperaban de él.

Pero ahora su padre lo miraba a la cara conlos ojos de hacía doce años.

Le dijo:

- Soy tu padre, y aunque me hayas hecho mucho daño, aunque me hayas herido profundamente, te quiero. Soy un anciano y estos doce años han sido una tortura. Tú eres mi único hijo, y he intentado seguir vivo hasta que regresaras. Ahora estás aquí, ¡toma, hazte cargo del palacio, sé el rey! Aunque a ti no te interese, déjame descansar. Ya es tiempo de que yo descanse. He cometido un pecado contra mi, casi me has asesinado, pero te perdono y te abro las puertas.

Buda se rió y dijo:

- Padre, date cuenta con quién estás hablando. El hombre que dejó el palacio ya no está aquí. Murió hace mucho tiempo. Yo soy otra persona. ¡Mírame!

Y su padre se enojó todavía más.

- ¿Quieres engañarme? - dijo. ¿Crees que no te conozco? ¡Te conozco mejor de lo que nadie te pueda conocer! Soy tu padre, te he traído al mundo; en tu sangre circula mi sangre, ¿cómo no voy a conocerte?

Buda respondió:

- Aún así, padre. Por favor, comprende. He estado en tu cuerpo, pero eso no significa que me conozcas. De hecho, hace doce años ni siquiera yo sabía quién era. ¡Ahora lo sé! Mírame a los ojos. Por favor, olvida el pasado, permanece aquí y ahora.

El padre todavía dijo:

- Te he esperado durante todos estos años y hoy me dices que no eres quien fuiste, que no eres mi hijo, que te has iluminado... Respóndeme entonces tan sólo a una última cosa: lo que sea que hayas aprendido, ¿no hubiera sido posible aprenderlo aquí, en palacio, a mi lado, entre tu gente? ¿Sólo se encuentra la verdad en el bosque y lejos de nosotros?

Buda dijo:

- La verdad está tanto aquí como allí. Pero hubiera sido muy difícil para mí conocerla aquí, porque me encontraba perdido en la identidad de príncipe, hijo, marido, padre, ejemplo. No fue el palacio lo que abandoné, ni a ti, ni a los demás, sólo me alejé de la prisión de mi propia identidad.

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