Ayer comenzamos con el horario de verano. A todos quienes he visto en la oficina tenemos cara de sueño, de que no nos acoplamos a estos cambios.
El cuerpo tiene su propio reloj biológico, por lo que me gustaría saber cómo cambiarle la hora y ajustarlo también al horario de verano, para así no sentir el cansancio que implica re-acostumbrarse a los tiempos que le conviene a Wall Street.
Pero ¿de qué sirve quejarse? si de todas formas hay que hacer el cambio. Así que solo me queda el remedio ancestral de AGUA, RESINA Y AJO: AGUAntarse, RESINArse y AJO_erse (adivinen cuál es la letra que va en ese espacio).
Tsss... Pues ya qué.
Pd. Cada cambio de horario, ya sea de verano o de invierno, me verán despotricar por lo menos una semana. No he dicho nada del Papa o del desafuero, lo haré más adelante, pero es que... ¡ah! cómo me puede no dormir una horita más...
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