- Mira nada más qué fuerte sigue lloviendo! Y nosotras que venimos con sandalias nos vamos a mojar.
-Pues si, y nosotras sin paraguas.
- Si, pero... Segurito a la Wiwicha no le importa eso. Es más, yo creo que ella estará feliz brincando en los charcos...
¿Tánto se me notaba en la mirada mi deseo de sentir la lluvia cayendo sobre mi? ¿Acaso mis movimientos delataban mis pies inquietos, deseosos de sentir cómo el agua fría se mete entre los dedos? ¿Observarían en mi rostro las ganas de sentir cómo las gotas se van escurriendo entre mi rostro y mi pelo, humedeciéndome toda?
Me sentía como las plantas, como los árboles de mi alrededor... Tantas cosas sobre mi, tanto polvo acumulado, sentimientos estancados. La lluvia lava todo, quita las penas, reverdece el follaje devolviéndole su brillo.
Y volví a ser niña. Brinqué sobre los charcos, y alzé mis brazos y mi rostro al cielo dejándome mojar, y canté a grandes voces, feliz de sentir esta agua bienhechora. Es increíble cómo se puede ser tan feliz con algo tan bellamente sencillo.
Aguacero ven y ponte a llover
agua de la buena.
Aguacero ven y quita la sed,
lava nuestra pena.
Agua, aguacero. Agua, aguacero.
Lava todo, que no hay otro modo
de que ande este reloj.
Tengo el alma seca, le falta
beber a mi corazón.
Agua, un poco de jabón
y a tallar, que esta vida vieja no volverá.
(Gerardo Peña "Aguacero")
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