viernes, 23 de enero de 2009

Pulgar arriba


Estoy convencida de que la vida, el universo, la energía cósmica o como prefieran llamarle, siempre nos dá una apapachada para levantarnos el ánimo cuando nuestro humor es malo.

Y es que no sólo lo hace a través de los amigos, que siempre están dispuestos de dar palabras de aliento. También nos hace sentir su apoyo por medio de las personas que no conocemos y con todo lo que nos rodea...

A ver, piénsenle... ¿cuantas veces no se han sentido mal y de pronto ven algún animalito jugando que les arranca una sonrisa? ¿o un hermoso rayo de sol atravesando las nubes oscuras?.

Pues así me pasó ayer. Salía de la clase de árabe con un hambre espantosa. Me sentía a disgusto no sólo por el cansancio físico y el hueco en el estómago, sino que además cuestionaba sobre mi comodidad en la clase (muchas en un lugar pequeño) y mi disposición a participar en la presentación. Me dirigí a un puesto de tortas junto al edificio B de Química, y mientras pagaba, ví a una señora con una pequeña niña de unos 5 o 6 años.

Tomé mi sencillo sandwich para dirigirme a una banca dónde sentarme; dí unos pasos y pasé al lado de la niña que se veía concentrada en un problema... Ella tenía en su mano una punta de un gran letrero de plástico que colgaba a un costado del puesto y me dió la impresión que lo había jalado mientras jugaba y no sabía cómo arreglarlo.

Al estar cerca de esa niña, volteó a mirarme y con voz decidida me dijo "Ayúdame a poner este letrero ¿si?". Me paré sorprendida y le miré mientras ella me explicaba "No alcanzo y tu eres alta. Puedes ponerlo allá arriba".

Tomé la punta y ví que tenía un alambre y un clavo el cual supuse atoraban en lo alto para que detuviera el letrero. Intenté poner ese clavo donde suponía que debería ir, pero era más alto de lo que yo podía alcanzar. Le devolví la punta mientras le decía a la niña que no alcanzaba y lo mejor era decirle a los señores del puesto que lo acomodaran ellos.

"No", respondió decidida, "tú eres alta, si puedes".

Miré su pequeño rostro. suaves rizos de cabello castaño enmarcaban su carita infantil que tenía un gesto determinado y lleno de confianza. Me transmitió su confianza. La miré de nuevo. Ella apenas me llegaba a la cintura, y volví a mirar el lugar donde se tenía que poner el clavo amarrado al letrero.

Decidida dejé mis cosas y mi sandwich en la banca y voltée a mirarla mientras le decía. "Esta bien, pero tú me vas a ayudar a ponerlo. Vamos a trabajar en equipo". Le expliqué que la subiría a mis hombros y ella se encargaría de poner el clavo; así lo hicimos, ella con cuidado puso el clavo y la bajé. Miramos juntas el resultado: el letrero colgando de la parte alta del puesto, un poco arrugado, pero no importaba.

Satisfechas nos miramos y la niña me obsequió la sonrisa más luminosa que haya visto, mientras con un gesto orgulloso ponía su manita derecha en su cadera y con la izquierda alzaba su manita con el pulgar hacia arriba.

Después, como mutua recompensa, me senté a comer mi sandwich y a ella le regalé un dulce; llegó la mamá que había estado comprando unas cosas en el puesto, y tras una breve conversacion se despidieron y me quedé muy contenta comiéndome mi sandwich.

Con esa sonrisa, borró las incomodidades y molestias que tuve momentos antes.

Gracias Vida. Gracias Universo.

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~ Non sum qualis eram - No soy la que fui ~

4 comentarios:

cielo azul dijo...

Si, de hecho ese es un gran problema con el que tenemos que lidar el sufrir de gratis con el q pasara, porque será y si si y si no... etc.

Es algo dificil controlarse aunque no imposible.

Abracitos desde mi cielo mariposita!

cielo azul dijo...

Ohhh perdon me equivoque de post!!! jajaja el q puse antes hiba en el de ayer :(

Edmundo Dantés dijo...

Me gustaría compartir tu fé.

Yo no creo en tales cosas, y sin embargo.. suceden.

Justamente hace unos días pensaba en ello. Me sentía de muy mal humor, completamente apachurrado y tuve que salir a un compromiso de trabajo. Y tuve la suerte de que fue en un lugar donde pude toparme con un jardín donde correteaban cachorritos labrador, como de un mes.

La sonrisa fue renuente, pero finalmente imposible de resistir.

Solo pude pensar: Vamos, que suerte. Y aunque resolví a lo que iba, además salí sintiendome mucho mejor.

Y justo ahora, esribes tú de ello. Y me lo recuerdas, y me dejas una bella historia además.

Y una nueva sonrisa.

Mil Gracias, Mariposa.

Ileana Cruz dijo...

Amiga, esos momentitos están ahí, el chiste, me decía ayer una amiga, es saber reconocerlos y aprender a agradecerlos, al Universo y a tí por permitirte que alegraran tu día.

Besos (en el otro comentario fueron abrazos, jijiji)

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